martes, 8 de marzo de 2011

Día de la Mujer Trabajadora.

Hace ya cien años y por estas fechas se celebraba por primera vez el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Se reconocía, hace un siglo, el derecho de todas las mujeres obreras a luchar y a ser reconocidas en su lucha. Se establecía así un día para el homenaje a todas las luchadoras del pasado, así como un día para devenir las luchadoras de su presente.

Pasado un siglo, salimos a la calle para hacer escuchar nuestras y, a la vez, sus voces. Hoy, no olvidamos y aún guardamos en nuestra memoria colectiva, a todas aquellas -y también a algunos aquellos- con o sin nombre que lucharon y clamaron por la abolición de las desigualdades que enraízan en el género.

Pero este día no es ya sólo un homenaje. Sino que es también un decir y un hacer oír aunque a algunos les pese, que su lucha es la nuestra, y que ese patriarcado que tan bien se conjuga y pretende avanzar de la mano del capitalismo, a pesar de no estar vencido, está ya herido de muerte. Porque, si hoy es un día simbólico, aquello que simboliza es todos los pequeños pasos que todas y todos los que nos implicamos con esta lucha y la tomamos como nuestra, damos día a día, gesto a gesto.

No podemos olvidar, aunque sus estadísticas no dejen de intentar que creamos lo contrario, que cada pequeño atisbo de feminismo hiere y debilita en mayor o menor medida a este sistema patriarcal. Si bien es cierto que ese gigante herido que es la estructura patriarcal opresora -de la mano del sistema capitalista- sigue ahí agazapado; también lo es que ni nuestras acciones ni nuestros gestos son en vano.

No podemos aceptar, que ese gigante erigido a lo largo de los siglos sea inamovible. Si algo debemos a esas luchadoras, que a través de los tiempos han dignificado con su propia figura esa que hoy es nuestra lucha, es haberle tirado la primera piedra. Ahora es nuestro deber continuar ese quehacer hasta derrocarlo. Es nuestro deber denunciar que “lo que hay” no está bien. Pero también hacer saber que podemos cambiarlo.

Este es nuestro momento, nuestro tramo temporal que podemos hacer histórico. Hoy se da nuestro tiempo vacío que sólo nosotras y nosotros podemos llenar de acontecimientos. Establecer la igualdad de género es nuestra responsabilidad.

Provocar el giro necesario para ello, es nuestra única opción cuando aquello que perseguimos es la libertad social-colectiva que posibilite que cada una y cada uno interprete el papel de su vida, y no el rol marcado por el sistema.

Lo que hoy, sobretodo, queremos hacer ver, es que esta causa es la de todos. El sistema capitalista-patriarcal que sufrimos en Castilla, personificado en el yugo que representa el Estado Español, escribe día a día de forma bastante ajustada el guión de nuestras vidas. Nos niega la dignidad personal y colectiva tratando de borrar el legado de nuestro pueblo, así como oprimiendo nuestra lucha aquí y ahora. Pretende, así, que juguemos sus roles, bajo una máscara de falsa libertad democrática, que supuestamente nos hace a todos iguales en derechos.

Este sistema capitalista y patriarcal trata de encorsetarnos en sus esquemas generando en nuestra tierra una triple opresión: de clase, nacional y de género.
Pero el rol dominante también es impuesto. Al que domina le es negada tanto como al dominado una realidad paritaria. Que esta voz la oiga también aquel que domina en la ignorancia creyéndose libre, es también nuestra tarea.

Aprovechemos pues, este centenario, para hacer oír como una sola las voces de todas las obreras que han luchado no sólo desde entonces, sino a lo largo de la historia y desde todos los rincones del mundo, junto a las voces que no sólo hoy, sino en la cotidianidad de nuestras vidas continuamos avanzando hacia la dignificación de la mujer en tanto que mujer, y no como encajada en unos patrones creados e impuestos.

Alcemos nuestras voces hacia los oídos del mundo: de la mujer esclava, del hombre esclavo de su propio dominio, del que trata de perpetuar los esquemas establecidos y del que persiste en esta lucha.

Que sea pues hoy un día en que la lucha feminista ni empieza ni acaba: continúa hasta la victoria.


Yesca, la juventud castellana y revolucionaria

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